Historia
de José y María
Peluditos
de cuatro patas
Hola,
amigas y amigos lectores, amantes de los perritos, los gatitos y más.
Hace
tiempo que no me pasaba por aquí, he dejado muy descuidado este espacio. Las
obligaciones y compromisos de trabajo, necesarios para la sobrevivencia me han
impedido hablar de lo que me gusta.
Quiero
contarles una bonita historia, en una casa vecina vive una pareja de perritos
José y María.
José
es un perrito negro, French Purrier, con algunos cruces seguramente, es de los
nuestros perritos de los pobres, sin pedigrí y sin arrogancia. No es tan joven
tendrá unos cinco o seis años, de caminar pausado, sereno, la mayor parte del
tiempo pasa en el pórtico de la casa, excepto las mañanas. No agrede, pero
tampoco es muy emotivo con los extraños que pasamos por su vereda. Es tan común,
tan sencillo, tan simple; pero inmensamente dulce y responsable.
Bueno, luego os continuaré hablando un poco más de él. Ahora hablemos de maría, ella es un poquitín más pequeña que el de pelo blanco, con pinceladas negras, la raza no importa es una perrita y eso es basta para quienes los amamos, porque vemos en ellos infinita capacidad de amar, confiar y perdonar. María, tendrá quizá unos años más que José, no es mu sociable, no tiene carita de los ángeles que nos pinta la aristocracia del arte dominante, pero es hermosa en la más completa acepción del término.
José
y María viven y se muestran como una verdadera pareja, o al menos como debería
ser una pareja de humanos. - La verdad es que hoy en día esa fidelidad y
ternura solo se observa en humanos cuya generación está borrándose de la faz de
la tierra, desaparición que los creadores de esta pandemia aceleraron
significativamente – Decía que José y María son una pareja ideal, es
enternecedor verlos salir de su casa en las frías mañanas piñasenses, a veces
antes de las seis otras veces un poco más tarde, el negro adelante y su compañera
a veces unos metros atrás, a veces juntos; cuando ella se retrasa un poco José se
detiene a esperarla, cuando ella lo alcanza o se acerca lo suficiente, continúan
la caminata, así se desplazan a unos 500
o 600 metros de su casa a lo largo de la vía, siempre por una orilla, - para
evitar a los apurados humanos que sobre sus maquinas son amenaza permanente
para estos pequeños corazones en cuatro patas – Así van, así vuelven, y en la
tarde cuando el sol declina y la fresca brisa invita a caminar, ellos vuelven a
salir, con la misma parsimonia, cruzan sus miradas, por largos ratos se
observan, parecen contarse historias que atesoran en su memoria o simplemente
en su largo suspiro confirmar su amor. José se encarama en un montículo de
arena, con sus agiles manitas excava un hoyo alargado de diez centímetros de
profundidad, se inclina y guarda sus olores, símbolo fresco de su presencia, icono
de su derecho a caminar por esas tierras, atrás viene María, observa lo que
hace su compañero, pasa por sobre el montículo y sigue su huella, no raspa, no
orina, solo mira y olfatea, sabe que es suyo, porque es de José.
Es
hermoso verlos, parecen caminar tomados de las manos, unidos por sentimientos profundos
que los enlaza con la infinita ternura del amor.
Y
luego hay quien duda de la capacidad de esta especie para sentir amor, para
crearlo y vivirlo. Yo pienso que muchos humanos ya quisieran tener esta
capacidad de amar, más aún quienes solo viven para acumular bienes inservibles.
Hasta pronto amigos.
Si
lo lees escribe y participa, será bueno saber lo que piensas, pero si no
compartes el amor por los demás seres vivos de la tierra, te agradezco si solo
lo dejas pasar. Aquí no escribo para polemizar, para eso tengo otros espacios.
Fredy
Torres. 17/08/2020
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